Han pasado ya dos meses desde que volvimos de nuestro viaje a China y por fin he podido editar las fotografías. Disfruto mucho con la fotografía de viajes, tanto al hacerla como al repasar más tarde las fotos y revivir todas las experiencias pasadas. Incluso diría que al mirar las fotos a veces me fijo en cosas nuevas o lo disfruto desde otra perspectiva.
Cada verano hacemos un álbum porque aunque ver las fotos en la pantalla está bien nada se puede comparar a sentarse todos juntos en el sofá y pasar las hojas del álbum, comentando las anécdotas que recordamos, riendo y pasando un buen rato. Estoy segura de que desde la comodidad del hogar valorarán más la experiencia vivida y espero que vean lo afortunados que son por vivir algo así.
China es un país de contrastes. Gran lujo y miseria conviviendo en una misma ciudad a escasas calles de distancia. Puedes subir a rascacielos altísimos que se han construido apenas hace meses o visitar la muralla china con siglos de historia. En los cruces te juegas la vida esquivando mercedes o decenas de motos destartaladas transportando montañas de bultos en equilibrio. Starbucks en casi cada esquina y puestos de comida callejera en los que seguro que cocinan de la misma manera que lo hicieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos…Y entre todos estos contrastes el turista se convierte en la atracción turística y la gente autóctona continuamente quiere fotografiar a nuestros hijos, y nos recuerdan lo afortunados que somos por tener «tantos» niños!!
Y lo mejor de cualquier viaje, el poder pasar tanto tiempo con nuestra familia, con amigos ya conocidos y con otros conocidos en persona por primera vez después de ser amigos en la distancia, e incluso conocer otras familias viviendo realidades muy distintas a la nuestra y a la vez tan parecidas.